¿El fin de la obsolescencia programada?
Europa quiere poner soluciones
a este problema implantando medidas que faciliten a los consumidores reparar
los aparatos alargando su vida útil.
Seguro que en alguna ocasión
nos hemos preguntado ¿por qué las cosas de ahora duran menos que las de antes,
si hay más avances tecnológicos y los materiales deberían ser de mejor calidad
y mayor durabilidad? ¿Cómo es posible que haya lavadoras o frigoríficos
fabricados hace 30 años que aún funcionen y sin embargo otros con menos de una
década hayan tenido que ser sustituidos? Y qué decir de los equipos
informáticos y los teléfonos móviles.
Es
cierto que los productos, como es el caso los electrodomésticos, por seguir con
el ejemplo anterior, con su uso sufren un desgaste que puede afectar a su
correcto funcionamiento y que su vida no es ilimitada. En este sentido, cuando
los adquirimos deberían aclararnos de qué duración será su vida útil con
utilización normal. Y lo que no resulta en absoluto aceptable es, en términos
medioambientales, que, con demasiada frecuencia, la reparación sea
económicamente más costosa que adquirir un aparato nuevo.
También
sucede, y cada vez con más rapidez, que los elementos electrónicos quedan
obsoletos y aparecen versiones actualizadas, que en poco tiempo serán superadas
por otras, como venimos comprobando con los teléfonos móviles.
La
renovación constante de artículos eléctricos y electrónicos, bien por su
deterioro o por su antigüedad, supone un importante consumo de materias primas
y de energía, además de la contaminación que conlleva cualquier proceso
productivo, a lo que hay que sumar también la cantidad de residuos que se
generan, que en muchos casos no son gestionados de manera adecuada.
Volviendo a la pregunta inicial, ¿por qué las
cosas duran cada vez menos?
La
respuesta podemos encontrarla en lo que se denomina obsolescencia programada u
obsolescencia planificada, que no es otra cosa que el establecimiento por parte
de los fabricantes, en el proceso de diseño, del tiempo de vida útil de un
producto, de manera que, transcurridos una cantidad de usos determinados de
antemano, deje de funcionar.
Esta
forma de actuar viene impuesta, por así decirlo, por nuestra propia estructura
económica, ya que si la vida de los aparatos fuese mucho más prolongada o mucho
más asequible su reparación que su sustitución, el sistema productivo se
ralentizaría, como consecuencia de que el consumo sería mucho menor. El objetivo de esta táctica es que el consumidor vuelva a
comprar otro producto, algo que promueve el consumismo.
Así
pues el motivo, como de muchas otras cosas, es económico. Siendo el medio ambiente el gran perjudicado y
por ende los seres humanos, pues no debemos olvidar que el deterioro del
planeta, mediante el agotamiento de recursos y la contaminación, repercute en
la calidad de vida y en la salud de sus habitantes.
El sistema no es sostenible
Además
del gasto económico que implica la renovación de los aparatos y de la
degradación que sufre el medio ambiente en los procesos de producción, el gran
problema es la gestión de los residuos. Pese a los esfuerzos que se están
haciendo de concienciación y de recogida de estos elementos por parte de las
empresas y las administraciones públicas, todavía una gran parte de los
electrodomésticos y aparatos electrónicos desechados en España se procesan al
margen de los Sistemas Integrados de Gestión (SIG). Este es el método que los
fabricantes pueden utilizar para gestionar los residuos, aunque también pueden
hacerlo a título individual.
Debemos
tener en cuenta que, parte de estos residuos son recuperables, lo que evita la
explotación de nuevos recursos naturales. Sin embargo, la mayoría son altamente
contaminantes y pueden resultar muy dañinos, tanto para el entorno como para la
salud de los seres vivos, por ello deben ser tratados adecuadamente para paliar
su incidencia.
Recordemos
que los elementos electrónicos contienen materiales tan contaminantes como el
plástico, el plomo, el litio, etcétera. Los plásticos, por ejemplo, no son
biodegradables, por lo que si quedan abandonados en la naturaleza tardan
cientos de años, incluso miles, en descomponerse y los metales como el plomo y
el litio, presentes en las baterías y acumuladores son muy dañinos por su alta
toxicidad.
La UE quiere poner freno a la
caducidad de los aparatos
El Parlamento Europeo, que quiere sacar adelante una medida para
evitar la alta caducidad de los aparatos eléctricos y electrónicos, ha pedido a la Comisión que trabaje
junto a las diferentes marcas de electrónica e informática para asegurar que
los consumidores europeos puedan reparar
sus dispositivos de forma sencilla en cualquier proveedor y no solo
en los elegidos por las diferentes empresas.
Entre las recomendaciones del parlamento figuran, por ejemplo,
exigir a los fabricantes que permitan extraer y cambiar de forma sencilla las
baterías de los productos de electrónica, la creación de una etiqueta europea que identifique
productos de fácil reparación o ampliar los periodos de garantía si
los productos pasan más de un mes en el taller.
La medida no sólo afectaría a móviles y ordenadores. El Parlamento quiere también proteger con ella a los
compradores de grandes electrodomésticos con nuevas leyes que impidan a los
fabricantes vender productos cuyo rendimiento se vea afectado al poco tiempo de
caducar la garantía.
Con esta iniciativa
se busca reducir la cantidad de basura electrónica que se genera en el
continente, que en algunos casos, lamentablemente y de manera irregular,
acaba en países pobres del tercer mundo.
¿Qué podemos hacer los consumidores?
-
Es importante elegir dispositivos de larga
duración y que tengan una garantía superior a los dos años prescritos
legalmente.
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Los equipos que se pueden reparar fácilmente
son más favorables para el medio ambiente, por lo tanto, debemos consultar si
las partes más frágiles o que tienen menor durabilidad son fácilmente
sustituibles.
-
Antes de comprar un ordenador nuevo hay que
verificar si es posible actualizar los componentes del viejo, por ejemplo el
Disco Duro, la memoria, etc.
-
Debemos saber que los fabricantes deben
seguir disponiendo de piezas de repuesto hasta 5 años después de la suspensión
de la producción. Sería interesante conocer qué posibilidades tendremos de
acceso a ellas o algunas de tipo genérico.
-
Encender los aparatos sólo cuando sean
necesarios y hacer un uso responsable de los mismos.
-
Al final de la vida útil, debemos depositar,
tanto los aparatos como sus componentes, en puntos de recogida establecidos
para su correcta gestión como residuos. No debemos echarlos al contenedor de la
basura y por supuesto no abandonarlos en la vía pública ni en otros lugares como
campos, etc.